Desde pequeña, soy amiga de una persona con enfermedad celiaca; por lo tanto, llevo conviviendo con la celiaquía desde hace tiempo, pero esto no quiere decir que desde el principio supiera qué significaba llevar una dieta sin gluten.

Mis primeros recuerdos son que en el colegio tenían cuidado de que ella no comiese lo que traíamos en los cumpleaños o los pastelitos que nos daban algunas veces, que en los desayunos saludables ella solo se tomaba un vaso de leche, que nunca se quedaba con nosotros al comedor, y que su madre venía con nosotros a cada excursión. 

Recuerdo que todos sabíamos que ella tenía EC, pero no teníamos ni idea de qué era eso; lo único que teníamos claro es que no podía comer de nuestra comida y que tenía que ver con algo del pan, como si únicamente consistiera en eso… Mucho tiempo pensé que era tan simple como que no consumiera ese alimento.

Según vas creciendo y vas teniendo más acceso a la información y capacidad de entendimiento, vas comprendiendo en qué consiste la EC y que es un tema mucho más complejo de lo que parece a simple vista. Que muchos productos en su procesado llevan gluten, que un alimento que en principio no lleva gluten puede contener “trazas”, que el contacto cruzado no es ninguna tontería, etc.

Actualmente, lo que hago cuando no estoy segura de si algo es apto para que ella lo consuma es simplemente preguntar, “¿Esto puedes comerlo?” “¿y aquello otro?”, al principio preguntaba por todo, pero con el tiempo te vas acostumbrando y eres capaz de ir al supermercado a comprar la cena sin tener que mandar foto de cada producto por whatsapp; esos son mis pequeños logros de los que estoy secretamente orgullosa.

Con respecto a comer o cenar fuera, al principio era más tedioso; primero porque al principio yo no tenía costumbre de tener en cuenta que sirvieran comida sin gluten en los lugares que yo proponía; y segundo, porque no había tantos sitios como hay ahora. Con el tiempo hemos desarrollado un sistema; tenemos una lista de sitios conocidos y confiables a los que ir; y cuando quiere probar algo nuevo yo simplemente me apunto. Hemos pasado de tener que explicarme y recordarme todo cien veces a poder compartir un plato 

Como anécdota final os contaré que, normalmente cuando comemos en casa lo hacemos en la suya que ya tienen la dinámica de comer sin gluten, porque si lo hacemos en la mía… limpio cada sartén, olla, plato, vaso, cubierto, etc. por si las moscas. 

Y vosotros diréis… “es bastante obvio”, pues no, no lo es para alguien que no tiene que pensar diariamente en cosas como esa. Entonces, ¿qué hago?, simplemente preguntar; preguntar, escuchar y seguir aprendiendo.

Puede parecer tedioso aprender todo eso y tener cuidado a cada rato, pero es mi amiga y merece la pena, aunque tenga que esperar hasta que ella acabe de comer para rebañar el plato con pan.

Carolina Gutiérrez Cuevas