Todo empezó hace unos meses, cuando me llegó la noticia de que el próximo verano 2018 se celebraría un encuentro de FACE Joven en San Sebastián. No podía creer que ya hubiera llegado el día; por fin podría ser una más en estos viajes de jóvenes celíacos. Durante la adolescencia se me hizo bastante cuesta arriba el tema de la celiaquía, y para mí la idea de ser “una más” y no la “rarita” era un sueño inalcanzable. 

Compré mis billetes en una fecha ya bastante apurada, había pasado una mala racha y no estaba segura; pero, a día de hoy, doy las gracias a esa bombillita que se me encendió en la cabeza y me dio un empujón para introducir mis datos en el link de internet. A partir de aquí todo pasó volando y para cuando me quise dar cuenta eran las 22:45 y estaba en el andén de la estación de autobuses llena de ganas y con esos nervios que sientes cuando eres pequeña y algo te apetece muchísimo. 

El viaje fueron 9 horas, pero si hubieran sido 20 también las habrías hecho. De pronto me encontré en San Sebastián, a las 6 de la mañana con 3 chicas más y una energía muy poco habitual para esas horas. Pasaron las horas y fueron llegando cada vez más  celíacos. Yo estaba un poco nerviosa, con 19 años ya te crees mayor y resulta que era la más pequeña de todos. 

El primer día lo titularía como “reconocimiento facial” y es ese momento en el que conoces a mucha gente de golpe y para empezar, te quedas con sus caras y alguna primera impresión. 

El segundo día empezó con un desayuno estupendo y la visita al “Basque Culinary Center”. Empezábamos a coger confianza entre nosotros y las sensaciones cada vez eran mejores, cada vez me sentía más acogida. Por la tarde visitamos el Peine del Viento y el Flysch. Las horas pasaban muy rápido, demasiado; y nuestra confianza crecía de una manera increíble. Con pocas personas he establecido vínculos tan bonitos en tan poco tiempo. Por la noche fuimos a una Sidrería, y entre el ambiente y la sidra acabamos de conectar entre nosotros. 

 

El tercer día visitamos San Sebastián, nos recibieron en el ayuntamiento y comimos en un restaurante típico donde después de mucha comida nos sirvieron el tradicional “cachopo”. Como parte de este viaje, no podíamos estar en Donostia sin que lloviera (o diluviara) al menos un día. Y dio la casualidad de que ese día teníamos “Arraun” por la tarde (remo en Vasco). Una vez más la diversión sobrepasó las expectativas, fue una actividad chulísima y disfrutamos como niños. 

 

Cuando nos quisimos dar cuenta era sábado, nos quedaba solo un día y estábamos en el mejor momento del viaje, parecíamos amigos de toda la vida. Visitamos San Juan de Gaztelugatxe (“Rocadragón” para los fanáticos de Juego de Tronos) y Bilbao. Pero lo mejor estaba por llegar… Era sábado y encima la última noche, la fiesta estaba asegurada. Algunos se quedaron en el albergue por decisión propia y otros salimos a conocer la noche Donostiarra. 

Como he empezado diciendo, ha sido mi primera convivencia y puedo asegurar que no será la última. Me llevo muchísimos momentos, muchas experiencias, muchos paisajes bonitos en la retina (y en el móvil), pero sobretodo, me llevo a muchas personas. Desde aquí os quiero dar las gracias a todos y cada uno de vosotros que habéis hecho que la pequeña del grupo se sintiera como en casa. Y una vez más, gracias a la organización del evento, a los patrocinadores y a la ciudad de San Sebastián por hacer todo esto posible. 

A día de hoy sé que esto no ha sido un adiós sino un “hasta la próxima” porque en estos encuentros no importan ni los años que tengas ni los kilómetros que tengas que hacer, al fin y al cabo somos familia genética.

Emma Lacal