Desde pequeño siempre me decían que existían unos campamentos europeos de jóvenes celíacos. El año pasado me enteré tarde y ya no quedaban plazas, pero este año, en cuanto vi que se abría el plazo de inscripciones no dudé ni un momento en apuntarme, sin duda una decisión que nunca me reprocharé.

 

En el Summer Camp todo estaba organizado y tú no tenías que preocuparte de nada, solo de tu viaje hasta el punto de encuentro y una vez allí, dejarte llevar. Durante la semana que hemos pasado en Chipre, hemos podido vivir momentos que estoy seguro que no olvidaremos, y hemos conocido a gente con la que espero poder seguir en contacto.

 

El primer día del campamento, puesto que aún había gente que estaba llegando porque venían de diferentes países y los vuelos llegaban a horas muy diferentes, estuvimos cerca de la residencia universitaria a la que nos alojamos, y fuimos a una playa cercana para así empezar a hacer turismo y a conocernos entre nosotros. La mayor parte de las comidas las hacíamos en la residencia donde estábamos alojados, gracias al trabajo y esfuerzo del Presidente de la Asociación de Celiacos de Chipre, que se paso la semana en la cocina con el chef, ya que según nos explicaron los chipriotas miembros del equipo organizador, comer a fuera de casa en Chipre es muy difícil y poco seguro para los celíacos, de hecho la asociación quiere empezar a certificar algunos restaurantes de Nicosia, la capital, algo que ya se viene haciendo aquí desde hace tiempo y se están encontrando con muchas dificultades. Por suerte, nosotros gozamos de un excelente buffet donde cada día nos sorprendían con alguna comida típica del lugar y con recetas sin gluten de lo más variadas.

 

Al día siguiente nos fuimos de excursión a unas ruinas arqueológicas donde pudimos aprender un poco de historia y ver algunos yacimientos de la Grecia clásica. Cuando nos entró el hambre, visitamos una fábrica que hace unos dulces y caramelos típicos de Chipre, que eran sin gluten, por lo que pudimos probar algunos. De vuelta a la residencia, pasamos una fantástica tarde haciendo actividades en la piscina y por la noche tuvimos una fiesta fotocool y la colaboración de un DJ. La temperatura en Chipre es parecida a la del sur de España, por lo que ningún día tuvimos que coger ninguna prenda para abrigarnos.

 

El jueves nos fuimos de crucero y recorrimos buena parte de la costa chipriota desde alta mar. Pudiendo aprovechar para nadar en la Blue lagoon y disfrutar del mediterráneo en estado puro. La mañana siguiente, con un bus recorrimos otra parte de la isla visitando más yacimientos arqueológicos, un anfiteatro, el campo y otra playa.

 

Esa noche tuvimos la suerte de poder asistir a una taberna típica chipriota para ver y aprender los bailes típicos de Chipre, pasamos muchísimo calor pero nos reímos un montón compartiendo cultura y tradiciones con nuestros anfitriones.

 

El sábado fuimos a ver un taller artesanal chipriota, donde pudimos participar en la creación de un pequeño mosaico que nos sirve a todos de recuerdo de la semana que pasamos juntos. Después pasamos una buena noche en un barco que nos llevó a ver unos fuegos artificiales mientras disfrutábamos de la cena con música y cerveza sin gluten.

 

Finalmente ya sólo quedaba un día, en el que tuvimos tiempo libre para hacer lo que más nos apeteciera, jugamos a las cartas, al voley en la piscina y fuimos  a la playa aprovechando las últimas horas que nos quedaban juntos.

 

La última noche la pasamos en un pub situado en la playa, que nos sirvió para poner punto y final a nuestra estancia en Paphos, Chipre.

 

Sólo quedaba la parte más difícil de toda la semana, tocaba hacer las maletas para la vuelta y despedirnos del grupo de amigos que habíamos hecho durante la semana y con los que muchos de nosotros esperamos poder reencontrarnos próximamente.

 

Desde aquí mando un saludo a todos con los que pude compartir alguno de los momentos de este magnífico viaje, espero que haya muchos más Summer Camps de CYE que disfrutar juntos. ¡Gracias!

 

Eduard Colomer